El Proyecto
Fuimos a Madrid en 2011. En ese momento, los medios de comunicación recogían el nacimiento de los “indignados”. Se nos presentaba entonces, una nueva forma de movimiento social; horizontal, libre de cualquier rasgo tradicional. Un movimiento que se apoyaba en las redes sociales para coordinarse, inspirado por lo acontecido, unos pocos meses antes, durante la primavera árabe.
Los españoles, según comprendimos, habían descendido a la calle y ocupaban las plazas para protestar contra las políticas de su gobierno. No estaban de acuerdo con los recortes, las restricciones fiscales, la austeridad. Se mostraban profundamente escépticos con el funcionamiento de su democracia, a sus ojos al servicio del mercado, corrupta y desconectada de los ciudadanos. Estas personas no tenían ningún líder, ningún partido, ningún sindicato. Eran, simplemente, ciudadanos. Y querían un cambio democrático.
Intrigados por este fenómeno, quisimos descubrirlo por nosotros mismos, calibrarlo, atestiguarlo. Deseábamos comprender en que consistía realmente el movimiento de los indignados, también llamado 15M, del que nos hablaban con tanto fervor.
Nuestro primer viaje a la capital española no nos decepcionó. Fuimos literalmente absorbidos por la energía que desprendía la sociedad civil. Lo que nos habían contado era cierto, algo excepcional se estaba gestando en el país vecino. Bastaba con cruzar los Pirineos para constatarlo. La sociedad al completo, como un solo ser, se erguía. Movilizados para cambiar su país y tomar las riendas de su destino. En las voces y los cuerpos que se alzaban ante nuestros ojos, todo parecía posible. El viento soplaba cargado de esperanza.
Un año más tarde, regresamos a Madrid. De un tiempo a esta parte, los medios de comunicación habían cesado de hablar de los indignados, no obstante, su esencia no se había marchitado. El movimiento 15M tan sólo había evolucionado. Las plazas estaban vacías, los rostros ajados, pero la movilización, bajo otras formas y de manera más puntual, continuaba. Asociaciones, colectivos, nuevos grupos – siempre fuera del circuito tradicional de partidos y sindicatos – habían tomado el relevo del movimiento “indignado”.
Aunque, esta vez, no fue esa vitalidad, esa voluntad de lucha, aquello que nos llamó la atención. Lo que realmente nos sorprendió, en este segundo viaje, fue la dureza de las políticas de austeridad llevadas a cabo por el gobierno de Mariano Rajoy. En todas partes había despidos, se recortaban los presupuestos o se privatizaba. Familias enteras se quedaban sin hogar a diario. Las colas en los comedores de beneficencia se volvía más y más largas. Los servicios públicos se reducían a la mínima expresión. La juventud hacía las maletas, buscando su salvación en el extranjero. El personal sanitario, la educación, la policía y la mayoría de los servicios públicos se declaraban en huelga. Las manifestaciones se habían convertido en algo cotidiano para los españoles, y el Parlamento, rodeado de barricadas, semejaba una fortaleza asediada. Madrid parecía herida, saqueada. En estado de sitio.
De estos dos viajes, de estas dos impresiones, nació la idea del web-documental NO ES UNA CRISIS. A través de él, deseamos ofrecer una doble perspectiva de la crisis, la ambivalente mirada de aquello que experimentamos durante nuestras dos visitas a Madrid. Quisiéramos desvelar en que se convierte una capital europea sometida a drásticas medidas de austeridad, pero también, mostrar cómo la sociedad civil puede movilizarse -más allá de la edad, de las clases o de su afiliación política-, para resistir lo que asemeja a un saqueo, y ser capaz de replantear el funcionamiento de la democracia.
En definitiva, mostrar una capital europea atormentada por las restricciones, pero enardecida por su espíritu de rebelión.
Fabien Benoit & Julien Malassigné
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